miércoles, 11 de enero de 2012

Las palabras sí importan

Cada vez es más frecuente escuchar la expresión diversidad funcional, con el mismo objetivo que la sustitución de discapacitado por persona con discapacidad: el de tomar en consideración a la persona en su totalidad y no simplemente por el único rasgo único de sus limitaciones.

El lenguaje, naturalmente, cambia. Muchos términos usados en un momento pierden su sentido o adquieren otros que pueden ser despectivos o negativos. Para eludir esa carga negativa se sustituyen por otros. Por eso, ya no se habla de la idiocia, la imbecilidad, ni de subnormalidad, mongolismo o retraso mental.
Uno de los de los últimos cambios consiste en la expresión persona con discapacidad. Muchos ven en ello una modificación inútil, casi imperceptible; incluso lo consideran un modo de negar o esconder la realidad: de no llamar a las cosas por su nombre.
No obstante, el mensaje que se intenta transmitir es importante: consideremos a la persona por encima de su discapacidad; pongamos primero a la persona, sin que la discapacidad sea el único y principal aspecto que la defina. De ahí que, en ámbitos formales, tampoco se hable de paralíticos cerebrales o  de autistas… sino de personas con parálisis cerebral, personas con autismo, etc.

El tema es más complejo de lo que parece: si los términos sufren el proceso antes expresado, habrá que seguir refinando el lenguaje técnico para evitar las connotaciones desviadas.
Sin embargo, creo que todavía no estamos preparados para hablar de diversidad. Sí, es cierto, las personas con discapacidad son diversas, como todos los demás.
Las capacidades de los seres humanos, por decirlo de alguna manera, se distribuyen a lo largo de un continuo (cada uno tiene en mayor o menor medida determinadas cualidades y/o habilidades). Las personas con discapacidad están dentro de ese continuo. Lo que ocurre es que su falta de capacidad en ciertos aspectos pero sus limitaciones (carencias, déficits, o como se quiera llamar) son especialmente significativas (por eso, precisamente, se dice que tienen una discapacidad intelectual). En el lenguaje ordinario, hablar de diversidad puede conducir a confusiones. ¿Cuántos entenderían “mi tío Fernando tiene diversidad funcional”?

Me parece que la sociedad actual no se encuentra preparada para hablar de “diversidad funcional” si bien los cambios conceptuales, sociales y educativos que refleja dicha expresión son fundamentales.  Por el momento, persona con discapacidad sigue siendo una expresión “digna”. Adelantarse y proponer cambios tan difíciles de asumir puede que no sea la mejor estrategia. Pienso, por ejemplo, en padres de cierta edad que hablan, con la mayor naturalidad del mundo, de sus hijos como “deficientes” o “corticos” (verídico)…
Quizá haya que, de alguna manera, educar antes a la sociedad y, más tarde, modificar el lenguaje y no al revés. 

Imagen tomada de: http://www.peoplefirstltd.com/
Si la cosa no se carga de elementos negativos, la palabra que la nombra tampoco lo será...

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo en que primero hay que educar a la sociedad antes de modificar el lenguaje.
    Como madre de un niño con discapacidad intelectual, me parece penoso que todavía haya padres que usen términos como deficientes o corticos para hablar de sus propios hijos. Una verdadera lástima.
    Un saludo,

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  2. La verdad es que es chocantes, pero hay que pensar que son padres para los que esos términos no tienen la connotación negativa que tienen ahora. Lo mismo pasa con conceptos como "subnormal, minusválido..." Hubo cierto tiempo en el que se utilizaban normalmente, y ahora nos suenan horribles.
    Lo que es verdad es que hay que ir cambiando la visión de la discapacidad: tanto en nuestras mentes como en nuestro lenguaje!

    Gracias por tu comentario!!

    Araceli

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