miércoles, 9 de diciembre de 2015

"En manada"

Hace unos días se difundió por internet este vídeo, que tiene como protagonista a una cría de elefante atrapada en una charca de barro. El pequeño elefante se esfuerza en vano, un rato largo, para salir de allí. No tiene fuerza, sus patas son muy cortas, no cuenta con una estrategia eficaz, está perdido, desorientado… Aún así, sigue esforzándose, asoma su pequeña trompa y estira sus patas lo más que puede. Después de varios intentos, logra salir ayudado por el resto de la manada.




Inmediatamente este imagen me recordó a la situación de muchas madres, y padres, con hijos con discapacidad. Sus niños se encuentran, con frecuencia, en un medio hostil. Un lodazal. Como el pequeño elefante, se esfuerzan, buscan la salida, pero no cuentan con las herramientas necesarias para avanzar. Por más que lo intentan, cada vez se hunden más. Sus familias (en este caso, “mamá elefante”…) tratan de empujarles, les ofrecen su apoyo, buscan el mejor modo de hacerlos avanzar. Por si acaso, no se separan mucho de ellos, no quieren dejarlos solos en medio del barro. Saben que, sin ellas, no tardarían en hundirse aún más. Igual que el elefante del vídeo, sin embargo, también saben que por sí solas es muy difícil salir de la charca. Miran a su alrededor, hacen señales, piden ayuda…

Como en el vídeo, hay momentos en que madre (padre) e hijo están aislados, enfrentándose a su “problema” sin más recursos que ellos mismos. Patalean, la madre se mete en la charca, empuja a su hijo… Pero nada…

Entonces, el resto de la manada, se da cuenta de la situación. Y, poco a poco, se van acercando al niño. A la charca. Se miran unos a otros. Se dan cuenta de que el pequeño elefante es uno de los suyos y de que, probablemente, también en algún momento ellos mismos han estado, o estarán, atrapados en el fango. No le echan en cara que no sea capaz de salir por sí mismo, son conscientes de que el pequeño no tiene la fuerza ni las habilidades necesarias. El problema no lo tiene él, el problema está en el barro, el agua, la profundidad del charco, que hace imposible que la cría salga de él... 

Así que deciden, juntos, ayudarle. Y así, el pequeño logra salir. Sigue teniendo las patas cortas, sigue sin ser fuerte por sí mismo pero ha superado el obstáculo. Ha salido y, ahora, todos juntos, pueden seguir su camino…

(Moraleja: aquí, o nos manchamos todos de barro, o no avanzamos…)

2 comentarios:

  1. Me encanta la moraleja. Muchas gracias por tus posts, por todos, siempre tendiendo lazos a los cuidadores, a las madres....

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  2. Gracias a tí por leerme, Yolanda.
    Madres, padres, familias, cuidadores son pieza fundamental, que no se nos olvide!
    :-)
    araceli

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