lunes, 21 de marzo de 2016

Con motivo del Día Mundial del Síndrome de Down 2016

Hoy todo el mundo mira al síndrome de Down. Lo mira y lo celebra. Se difunden campañas, anuncios, carteles, iniciativas, que contribuyen a la sensibilización. Hoy todos nos fijamos en la cara de esas personas (preferiblemente, niños/as), y lo hacemos con simpatía. Hoy hablamos del síndrome de Down y de sus cosas buenas. Hoy celebramos ser diferente. Hoy reconocemos y decimos que aceptamos la diversidad. Hoy todos compartimos la idea de que no por tener un cromosoma más, son menos personas. Hoy nos sentimos un poco mejores al expresar nuestra comprensión, solidaridad, compromiso y empatía hacia las personas con síndrome de Down y sus familias.

Y está bien. Es un día especial que hace que todos nos sintamos un poco más cerca de esta realidad. Pero…

Si seguimos pensando en que la solidaridad va antes que los derechos, si seguimos señalando la dulzura, la bondad, la ternura de los niños con síndrome de Down como el único motivo para quererlos y respetarlos. Si nos olvidamos de que hay mucho más allá detrás de esta etiqueta, si compartimos en las redes sociales pero no vivimos respetando y defendiendo la diversidad. Si continuamos creyendo que bastante hemos conseguido (para qué piden más…). Si actuamos como si todo dependiera de la buena voluntad de unos pocos. Si nos sentimos reconfortados al difundir noticias sobre este día pero incómodos al compartir espacios y tiempos con una persona con síndrome de Down…

Entonces lo único que estaremos celebrando es una fecha marcada en un calendario. Y al acabar el día, tacharemos y pasaremos página. Y mañana, ya no habrá celebración, no habrá simpatía, no habrá compromiso. Como si esa cruz marcada encima del 21 de marzo, sirviera también para tachar de nuestras vidas al diferente. Y, ya si eso, el próximo año volveremos a prestarles atención. 

Fotografía: Salvador Arellano Torres

Ojalá que lo que celebremos cada 21 de marzo sea que ese año de vida ha sido mejor que el anterior. Porque eso es, en definitiva, lo que nos piden las personas con síndrome de Down.


¡Feliz día a toda la familia del síndrome de Down!

viernes, 11 de marzo de 2016

El sexo débil, nos llaman...

Con motivo del 8 de marzo de 2016, Día Internacional de la Mujer

El post de hoy es un poco diferente. No está basado en ninguna evidencia científica ni teoría sino simplemente en experiencias concretas, personales, que no tienen por qué parecerse a las del resto. Por eso, nada de lo que hoy escribo es extensible ni pretende convertirse en una norma general.

Quería hablar de las mujeres. De historias de mujeres y discapacidad.

Soy psicopedagoga. Durante la carrera, mis clases estaban formadas casi exclusivamente por chicas. Dos compañeros varones, tuve. Eran, y se sentían, en clara minoría. La educación y el cuidado de los demás parecían “cosa de chicas”…

Hice un doctorado en educación. Mis compañeras, nuevamente, mujeres. Mi directora de tesis, mujer. Las profesionales que colaboraron en mi investigación, trabajadoras de centros de educación especial y asociaciones, mujeres. Conté con una muestra para mi estudio de 200 personas. Un 80% mujeres, madres de personas con discapacidad intelectual. De esos 200 participantes, 50 accedieron a mantener una entrevista en profundidad. ¿Adivináis? 47 fueron mujeres.

Cuando voy a charlas, congresos, cursos de formación o seminarios sobre educación y discapacidad, con frecuencia las salas están mayoritariamente llenas de mujeres: profesionales, investigadoras, profesoras de universidad, maestras de colegios, pedagogas, terapeutas, madres. Con frecuencia también, las conferencias plenarias las imparten hombres.

Trabajé en una asociación para personas con discapacidad intelectual y he sido voluntaria durante un tiempo. Y sí, había hombres… Pero seguían siendo pocos y siempre eran bienvenidos: Tienen más fuerza, nos viene bien la visión de un hombre, empatiza más con los alumnos, nos ayuda con los chicos y los cambios, los baños, etc. 

Tengo la suerte de haber conocido por las redes sociales a multitud de gente comprometida con la discapacidad, con la que comparto experiencias y vivencias. Muchas son mujeres. Profesionales o madres de personas con discapacidad. Mujeres, mujeres y mujeres. Mujeres que comparten su historia, que hacen fotos, que publican materiales, que enseñan a los demás, que pelean y se rebelan contra las injusticias, que se apoyan unas a otras, que están orgullosas de sus hijos y que viven la diversidad (sus sombras y sus luces) con intensidad.

Casualidades de la vida, tengo una tía con discapacidad intelectual. Casualidades de la vida, tiene 3 hermanas. Paradójicamente, mi abuelo suspiraba por tener un hijo varón.

Gracias, mujeres. Dejo constancia de vuestra (nuestra) gran labor.

Nosotras también somos historia.


Fotografía: SALVADOR ARELLANO